El pasado viernes se expusieron en la Sala de Juntas del Ayuntamiento de Morón una serie de documentos históricos hallados por el investigador local Gabriel Giráldez en los archivos municipales. La importancia de dichos documentos es que, en palabras del historiador e investigador moronense Miguel Guardado, “certifican la matanza” de civiles acaecida en Morón de la Frontera el 25 de julio de 1936 cuando las tropas franquistas entraron en la localidad en plena Guerra Civil.
La muestra se realizaba con motivo del Día Internacional de los Archivos. En otras ocasiones se han celebrado charlas, conferencias y exposiciones, pero este año se han querido mostrar estos documentos encontrados de forma casual. Y es que Giráldez se encontraba buceando entre las innumerables cajas de documentos del Archivo Municipal en busca de datos para su trabajo sobre la educación en Morón, cuando, en el reverso de algunos documentos, encontró hasta 71 escritos relacionados con la contratación de personal para los enterramientos masivos que se llevaron a cabo después de la violenta entrada del bando franquista en la localidad.
El portavoz del equipo de Gobierno, Ignacio Cala, destacaba que el Archivo Municipal de Morón es “una fuente inagotable de conocimiento de las costumbres de la vida de la ciudad. En este caso la exposición se encamina a contar hechos históricos que ocurrieron en Morón de la Frontera”. Cala agradecía el trabajo que realizan los investigadores locales “con la fuente documental que tienen nuestros archivos”.
Por su parte, el archivero municipal, Javier Manchado, destacaba el hallazgo de “una documentación inédita que desconocíamos”, y apuntaba que en muchos casos se ha perdido gran parte de ese fondo documental municipal “debido a la eliminación por parte de los propios funcionarios que, en un momento dado, pensaron que esa documentación no tenía valor, otras veces por robos y hurtos de investigadores y otras como resultado de guerras o sublevaciones “.
Concretamente en unas cajas de documentación de 1950, “en el reverso se encontraron documentos de 1936, en este caso, documentos sobre la realización de las fosas comunes donde se enterraron a los asesinados por el bando franquista a finales de julio y principios de agosto”, explicaba Manchado, quien añadía que “ha sido una sorpresa y puede que en el futuro nos encontremos más documentación sobre este tema”.
Por su parte, Gabriel Giráldez contaba la anécdota de cómo se encontró con los documentos. “Miguel (Guardado) y yo coincidimos mucho en el archivo, cada uno con su tema, pero colaboramos entre nosotros. Esa misma mañana me comentaba que solían aparecer cosas curiosas por la parte de atrás, y precisamente me dio por mirar los documentos que tenía entre manos”, señalaba el investigador quien destacaba la intención de divulgar lo descubierto dada su trascendencia histórica.
La “matanza” y los documentos que la certifican
Miguel Guardado, autor del mayor y mejor documentado estudio de la Guerra Civil española y primeros años del Franquismo en nuestra localidad recogida en su obra Morón, consumatum est. 1936-1953 : historia de un crimen de guerra (Ed. Lampreave, 2011) junto con el historiador José María García Márquez, explicaba la trascendencia de la serie de 71 documentos hallados.
Por un lado, se han encontrado ordenanzas y documentos que recogen las reparaciones en distintos inmuebles como el edificio de telefónica, la cárcel o el propio Ayuntamiento, así como carreteras o puentes afectados por la guerra civil.
Y por otro, los más relevantes, son los que hacen referencia a las contrataciones realizadas para dar sepultura a tantas personas que perdieron la vida el día 25 de julio de 1936, “que fue cuando ocurrió en Morón el hecho más sangriento de sus historia, al menos que se tenga conocimiento”, explicaba Guardado, quien narraba lo siguiente:
“Unos 1.000 soldados bien pertrechados con cañones y vehículos entraron por varias zonas de Morón. El día anterior intentaron entrar por el Arrecife, pero ese día se diversifican y entran por la calle Fray Diego de Cádiz, el Arrecife, la calle Marchena, el barrio de Santa María, etc.
Conforme van entrando van abriendo las puertas de las casas y van sacando a los varones que estaban dentro. Muchas de estas personas, sobre la marcha, son fusilados. Eran civiles, como cualquieras de nosotros.
Los cuerpos quedaron tirados en la calle durante muchas horas, y hubo matanzas, referidas por muchos testigos, en la Puerta Sevilla, en la calle Zaharilla, en la calle Pósito, en los Caños de Aranda, y calle Nueva, entre otras.
Los cuerpos se recogen en camiones y hay muchas personas que todavía recuerdan pasar esos camiones cargados de cadáveres, chorreando sangre, que eran llevados al cementerio.
Esa es la realidad, pero no está documentada. Solamente teníamos los testimonios de las personas que, siendo niños, lo vivieron. Y no está documentada porque hubo ocultación. Si se acude al Registro Civil, en el Libro de Defunciones, no hay inscritas ni una de las muertes del día 25 de julio. En el Libro del Cementerio, donde se anotan los enterramientos, se encuentra que los días 25, 26 o 27 no se enterró a nadie.
Solo hay un documento que aproxima un poco al número de víctimas. El día 31 de julio, un clérigo Salesiano envía una carta a sus superiores en la que señala que las fuerzas nacionales hicieron un escarmiento en el que murieron en torno a 300 comunistas, una valoración inexacta desde luego.
Esos cuerpos había que enterrarlos, y esos son los documentos que tenemos aquí. Las contrataciones de las personas que se encargaron de enterrarlos.
Estos documentos certifican la matanza, porque se demuestra que el día 26, al día siguiente, se contrataron a 14 hombres de sol a sol, porque se les pagó doble jornada y eso quiere decir que trabajaron más horas de las habituales, para enterrar cuerpos. Como sabemos sus nombres hemos podido saber qué edad tenían, y eran todos varones con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años, es decir, gente joven a la que se le supone fuerte para hacer este trabajo
Uno tiene que pensar que 14 hombres jóvenes, enterrando cuerpos de sol a sol, eso da para mucho. Pero llega el crepúsculo, se acaba la luz, y quedan más cuerpos. Y el día 27 son 13 hombres los contratados para seguir enterrando cuerpos, también de sol a sol. El día 28 son 7 los hombres que tienen que volver al siguiente día, y así, sucesivamente día tras día un mínimo de 3 personas siguen enterrando cuerpos, lo que quiere decir que la matanza continuaba.
Ellos fueros los oficiantes laicos del mayor enterramiento de la historia de Morón. Es bueno que se sepa que, con el paso de los años, el franquismo celebró aquel 25 de junio, es decir, el día de la matanza, como una efeméride festiva, con actos oficiales o la imposición de medallas, como la que se le impuso al que comandaba las fuerzas que realizaron la matanza: Antonio Castejón, al que se le dignificó con el título de Hijo Adoptivo y se le concedió la Medalla de oro de Morón.
Del otro lado tenemos centenares de cuerpos anónimos, enterrados casi como animales no se sabe bien dónde, mientras que a los autores de la matanza se les dignificó de forma honorífica.
La importancia de estos documentos es que certifican lo que todo el mundo vio y contó, pero que no se podía documentar porque los que cometieron estos crímenes borraron todas las huellas”.