Isamar es un ser cuyo universo interior resulta tan especial como firme e inamovible su defensa de la cultura. Esto último queda patente en cada sentimiento que sale de sus poros, y ella misma lo corrobora aludiendo, por ejemplo, a una cita inolvidable del discurso que el inmortal Federico Gª Lorca pronunció allá por 1931, con motivo de la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, Fuente Vaqueros: “[…] Yo, si tuviera hambre y viviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro…”; discurso que quedó para la historia y que ojalá llegara a todas las escuelas del mundo (https://algundiaenalgunaparte.com/2016/06/09/medio-pan-y-un-libro-de-federico-garcia-lorca/).
La cultura comprometida a través de la literatura es una de las dos columnas que sostendrán esta segunda mitad de la entrevista. La otra, la lucha por rescatar la memoria de tantas mujeres que quedaron olvidadas en el pasado y que tanto hicieron por legarnos un futuro mejor. Porque nuestra escritora, defensora de los derechos de la mujer y de la erradicación de la desigualdad entre sexos (territorio que algunos piensan ya conquistado), impregna muchos de sus escritos de ese ineludible compromiso y de un convencimiento pleno acerca de que aún no podemos apagar nuestras voces si queremos alcanzar sociedades más justas. <<Continuaré con la misión que me impuse hace años: investigar y rescatarlas [a tantas mujeres de la historia] de la injusticia con la que se les ningunea. Quedan tantas por ser homenajeadas que posiblemente haga una segunda parte. El objetivo es transmitir cultura, conocimientos, legados no conocidos que es justo que sean de dominio público, aunque sea para rendir un humilde homenaje a aquellas mujeres que fueron olvidadas por la sociedad o quizá intencionadamente ignoradas. ¡Se lo merecen!>>, dijo en una entrevista acerca de su última obra, Mujeres extraordinarias de nuestra historia universal (Editorial Amarante, 2021).
Adentrémonos, pues, en estas dos esferas que apasionan a nuestra protagonista y conozcamos sus reflexiones, muchas de las cuales son, ya lo verán, pura lírica…
J. D. ¿De dónde viene tu hermosa relación con los libros y con las letras? ¿Crees que se trata de un amor -el que transmites por la lectura y por la escritura- que se da en ti de forma innata o es la consecuencia de algún episodio puntual en tu vida?
Isamar: Yo diría que nací con este gusto. Despertó en mí cuando era una niña, pero por una serie de motivos no me decidí a escribir de forma más continuada hasta que tuve más de treinta años. La sociedad influye mucho, la familia, el entorno… siempre me sentí un bicho raro, fuera de lugar, y dedicarme a escribir no entraba a formar parte de mi realidad de entonces. De mayor cambiaron muchas cosas y en un momento dado fue mi válvula de escape, pero después ya no fui capaz de enfrentar la vida de otra manera.
De todas formas, te voy a contar un episodio bellísimo de mi infancia que quizá ayude a responder esta pregunta. A mí siempre me gustaron los libros, y mucho, desde que era niña. Una vez fui con una de mis tías a casa de una señora a la que yo no conocía. El padre de esa señora era muy mayor, y en su habitación había una mesa camilla con muchísimos libros encima, los cuales estaban forrados con papel de periódico. Para mí, entrar en aquel lugar era… ¿cómo te digo? Significaba estar en un lugar muy místico, aquello era la gloria, el cielo. Yo quería ser aquel anciano. Estaba allí y me decía a mí misma: “¿Por qué no puedo tener yo esto?”. ¡Me atraía tanto! Y al final, mira, he acabado rodeada de libros en mi vida. Aquel sueño se me cumplió. Sueño o, ahora que lo pienso, quizá premonición… Sea lo que fuere, ese episodio marcó mi vida, fue un antes y un después, un enamoramiento.
J. D. ¡Qué manera tan mágica de evocar y recordar el enamoramiento de una niña por los libros!
Las venas de esos seres fantásticos llamados libros son las palabras. ¿Cuál es el principal valor que estas tienen para ti? Hay quien se siente atraído por ellas porque incitan a reflexionar, otros, porque permiten acercarse a la filosofía; podemos seguir -y no parar- con argumentos que aluden a su función meramente comunicativa, a sus posibilidades para reflejar la creatividad y la imaginación, a su don para con ellas emocionar, a la fuerza que las hace incluso poder manipular, a su incalculable faceta expresiva, al hecho de ser el canal mediante el cual vehiculamos todas las virtudes anteriores, y así mil respuestas más. Lo dicho: ¿y para ti?
Isamar: Para mí la palabra es tan importante y fundamental que de saber su verdadero poder no hablaríamos tan a la ligera. Más fuerte que cualquier filosofía, la palabra es un instrumento que construye vidas y un detonador que las destroza. Estoy convencida de que su función comunicativa es relevante, pero lo es más su poder constructivo/destructivo, es decir: una misma palabra repetida una y otra vez a la misma persona puede provocar a la larga la configuración de su carácter. Por tanto, pienso que el poder manipulador, unido al don de emocionar o inducir a la reflexión, son algunas de las funciones más destacadas de la palabra.
J. D. Hablar de las posibilidades de la palabra nos lleva, cómo no, al diálogo, a la conversación, al intercambio (eso que hoy parece costar tanto en según qué circunstancias…). Veo que eres bastante activa en ponencias, encuentros, videoconferencias… Que digo yo: aun reconociendo lo positivo de todo lo que las herramientas digitales nos permiten, ¿lo cambias por las charlas en persona?
Isamar: No hay nada mejor que las conversaciones en persona, igual que no cambio un libro de papel por uno digital (aunque esto pueda sonar a que no tengo visión ecológica, lo cual no es cierto, solo que es mi preferencia). La pandemia nos hizo comunicarnos de otra manera, de ahí mi colaboración en videoconferencias, pero de poder elegir, sin duda, me quedo con las conversaciones con miradas que se conectan y con la calidez del trato cercano.
J. D. Leyendo sobre ti, y teniendo en cuenta tus obras y otros escritos publicados, creo no equivocarme al apuntar que te consideras más poetisa que novelista. Más allá de la libertad creativa que otorga el verso, ¿qué es lo que te hace identificarte más con esa especie literaria que con otras? ¿Es una cuestión de simbolismos y recursos estilísticos o, por el contrario, se debe a razones menos técnicas y sí más intimistas y ligadas con tu sensibilidad?
Isamar: Nunca me he parado a averiguar el porqué, pero sí lo tengo claro. Si lo analizo creo que se debe al hecho de que al hacer mis versos me siento mucho más libre y no dudo, además de porque me hace falta. Para mí escribir versos es una actividad diaria, puedo escribir uno mientras desayuno o antes de levantarme por la mañana, me puede llegar en mitad de la madrugada o antes de irme a dormir. Esto pasa porque he tenido una experiencia que me haya impactado o porque he leído algo, porque he visto una imagen o porque me ha llegado un aroma… En definitiva, mis escritos, independientemente de la forma en la que vayan envueltos, son más intimistas, reflexivos y críticos que técnicos. Soy bastante anárquica (sobre todo en los versos), para mí cuenta más expresar lo que se siente que la forma en la que se exponga.
J. D. ¿Es más complejo escribir poesía o teatro que narrativa o ensayos?
Isamar: Sinceramente, creo que la poesía no tiene escuela: o eres poeta o no lo eres. Leer a los grandes puede ser un aliento, un soporte, pero no instruye, solo motiva. Quiero decir con esto que al escribir poesía te descubres a ti mismo, y no hablo de lo que cuentes en tus versos, sino del modo en que te expreses. Es algo muy personal y único.
Todos los géneros tienen sus métodos de aprendizaje, menos la poesía. Me cuestiono mucho cuando veo que se imparten cursos o talleres, no lo veo viable, lo mismo que no veo posible que una persona sin oído musical se quiera dedicar a tocar un instrumento. Esta sería la comparación más acertada para indicar la cualidad o virtud que a algunos favorece y a otros no. Es lo mismo que el que canta de manera natural y el que no.
J. D. Jean Cocteau, autor de citas como: “El verbo amar es difícil de conjugar, pues su pasado no es perfecto, su presente es solo indicativo y su futuro siempre es condicional”, dijo también: “Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué”. Isamar, ¿por qué y para qué es imprescindible la poesía?
Isamar: Para mí la poesía es el género por excelencia. La poesía es detonante, saeta que apunta directa al corazón y a la mente, es revolucionaria, sin poesía no existiría esa chispa que provoca el movimiento, es tan necesaria como lo es la filosofía, solo que ella además embellece todo lo que toca.
J. D. Ahí es na. Lo que expresas enlaza con algo que siempre pensé: el poeta/la poetisa lo es para siempre, ya se gane la vida con ello o con cualquier otra cosa. Hay quien es poeta (es, que no es lo mismo que hacérselo o que ir de), pues, como le sucede al filósofo, así se siente y así transmite, así lo conciben quienes están a su alrededor, así observa los detalles, así se duele por la vida, así camina por las calles y celebra la belleza, así empatiza con los demás, así se cuestiona a sí mismo…
Isamar: … Así se desnuda ante el mundo con sus versos, así esté enfermo o sano, así percibe el dolor en el prójimo y las injusticias, así ve más allá de la simple realidad, así se enfrenta al mundo, como Juana de Arco, y así critica cargada de ironía y sarcasmo haciendo uso de sus mejores galas. El poeta/la poetisa nace así y muere tal cual, es una manera de vivir.
J. D. ¿Qué me dices de esas otras formas de poesía que se dan en ámbitos cotidianos diferentes, más allá del propiamente literario? Porque, claro que es especial cuando te fundes con la estética de unos versos o con el significado de un mensaje recitado. Pero no me dirás que no hay poesía también en el abrazo espontáneo de dos niños al verse en una guardería, o en esas madres colombianas rotas de dolor que, a pesar de todo, siguen haciendo frente a la violencia paramilitar, o qué sé yo, en la hoja que desde la rama del árbol te cae encima justo cuando miras el cielo preguntándote: “dónde carajo está el otoño”…
Isamar: Es cierto, si se sabe ver hay poesía por todos sitios. Poesía es sentimiento y utopía, es la esencia, lo que emociona, y aquello que se siente cargado de integridad.
J. D. Hablando de poesía y de miradas a los detalles, a lo pequeño, a lo cotidiano y muchas veces olvidado: ¿Qué te atrae tanto del haiku?
Isamar: El haiku es el único verso que me limita, porque cumplo con la métrica y el tema que exige. Es la excepción. Me gusta del haiku que en pocos versos engloba y encierra la tradición japonesa a los versos con temática a la naturaleza. Me atrae especialmente esa visión de la cultura japonesa en torno a lo efímero de la vida, a la sutileza de los elementos y al respeto por ellos.
J. D. Pasamos página, vamos ahora a la referida al papel imprescindible de la mujer para entender la historia, las culturas y, en general, las sociedades de todo el mundo. La vertiente de reivindicación y de investigación -además de la didáctica y la divulgativa- de cuanto haces es verdaderamente admirable. Estás decidida a seguir esa senda, ¿verdad?
Isamar: Es algo innato en mí, nunca me lo propuse, es que es mi tendencia. Me nace de ver las injusticias que se han hecho y que se siguen cometiendo, y ya sea en verso o en prosa lo seguiré haciendo.
A veces leo poemas míos de otras épocas, resalto el carácter reivindicativo y me digo a mí misma que voy a resultar monótona, pero después siempre acabo escogiendo algún tema que necesita ser revalorizado e incido en esa misma dinámica. La poesía es una herramienta ideal para la reflexión y me molesta muchísimo cuando al hablar de poesía se la etiqueta de “romántica” confundiendo el término con el propio del movimiento literario y se desprestigia con versos azucarados y ñoños que tanto me hastían.
J. D. (Lo que me lleva al maravilloso Manifiesto de la Poesía Útil, de Ángel Guinda, autor de poemas tan potentes como Los inmigrantes: http://www.angelguinda.com/p/manifiesto-poesia-util.html y http://unpoemacadasemana.blogspot.com/2019/10/inmigrante.html). Tu acción y tus escritos buscan reconocer a las “grandes desconocidas de la historia”, como esa labor encomiable que Eduardo Galeano jamás abandonó, dando voz a “los nadies”, los siempre estrujados, sometidos e invisibilizados por los sistemas de poder…
Isamar: Es una labor ardua también, porque en el caso de las mujeres aún hay que investigar más, yo diría que hay que hurgar en los archivos de la historia, porque de muchas de ellas no quedan ni siquiera datos que las recuerden. Desde que empecé a hacer estos artículos me consideré como la voz de todas ellas, un sencillo pero a la vez necesario reconocimiento para que al menos su vida no haya pasado en balde.
J. D. Analizando las características, las rigideces, los adoctrinamientos de épocas pasadas, podemos ‘entender’ (¡que no compartir!) los motivos por los que tanto se asfixiaba el papel de las mujeres en las sociedades. Pero viendo lo que sucede en pleno 2021, ¿cómo narices explicamos el que estén reverdeciendo opresiones propias de otros tiempos, mentalidades que no quieren reconocer ni encarar las injusticias y que incluso defienden -abiertamente o de forma velada- el parapeto del machismo?
Isamar: El problema está en la educación, en la mala educación. Todo parte de ahí: educación, cultura, empatía… No se puede esperar un cambio si se siguen cumpliendo los mismos patrones. Los niños y niñas son esponjas, mucho más flexibles, tolerantes y sabios que los adultos, por eso el cambio, en mi opinión, debe empezar en nosotros.
J. D. Has llegado a decir que en materia de lucha contra la desigualdad de género, más que avanzar, estamos retrocediendo. ¿Cómo revertimos la situación?
Isamar: No hay nada que el amor no pueda cambiar. Si el odio genera odio, ¿por qué el amor no puede generar lo mismo -amor-? Pienso que se infravalora tanto el amor, que se prefiere atacar al otro antes que permitirse dar el primer paso. Tengo mi propia teoría sobre cómo atajar este movimiento de odio relacionado con el género, pero es un tema que daría para una ponencia por sí solo… Lo único que me gustaría añadir es una frase de Concepción Arenal (pionera del feminismo, por cierto), a la cual admiro profundamente: “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”.
J. D. En este punto, es de justicia mencionar la labor de la asociación moronense de mujeres NEREA. ¿Qué supone para ti haber estado en contacto con ellas?
Isamar: Mi paso por NEREA dio sus frutos en mi primera novela, La isla violeta. Fue tanto lo que oí, lo que vi… fue tanto lo que despertó en mí que se me hizo imprescindible escribirlo. Necesitaba liberarme de toda esa carga. Escribirla fue una liberación, una catarsis que me hizo mucho bien y que me recompensó con un premio finalista en el certamen ‘II Alfeizar de Novela’. Ese primer reconocimiento literario me supo a gloria, mucho más cuando fui la única mujer entre los nueve finalistas y el ganador, y la única que trató el tema de la violencia de género.
J. D. El arte ha sido (casi) siempre motivo de esperanza para el entendimiento y el progreso de las sociedades, o lo que es lo mismo, ha solido ser un quebradero de cabeza para los estamentos más reaccionarios. Y ahora te pregunto, ¿cuán implicado ves hoy el mundo del arte con la causa feminista?
Isamar: Esta pregunta me traslada a una exposición hecha hace algunos años en la ya desaparecida Sala Sinmiedo. Exponían pinturas de una autora que reivindicaba muy gráficamente la visibilidad de la mujer teniendo como objetivo principal nuestras partes más íntimas. Para mi gusto, que soy bastante recatada y tengo una edad que quiera o no me condiciona por las creencias que arrastro, me resultaba incluso algo obsceno, pero después entendí que lo que la pintora quería transmitir era un cambio de era, un dejar de sexualizar la figura de la mujer y de la niña para ser vistas como seres humanos simplemente. En definitiva, sí, veo que hay implicación, quizá no tanta como debería para hacernos cambiar nuestra perspectiva, pero importante de cualquier modo.
J. D. Vamos acabando. En alguna entrevista he leído que admiras a María de Zayas y a Emily Warren Roebling, dos de las mujeres a las que rescatas en tu último libro y sobre las que poco o nada sabemos hoy. Si te pido que me des otro ejemplo de una figura femenina de la que apenas nos haya llegado información y que bien podría ser un referente inspirador para nuestra juventud, ¿con quién me sorprenderías?
Isamar: Me es muy difícil elegir una, admiro a todas las que recojo en el libro, aunque por algunas sienta una especial debilidad, como es el caso de Flora Tristán, Colette, Mileva Maric, Concepción Arenal o Susana Chávez. De todas ellas destaco la valentía.
En esta obra he querido mostrar un abanico diverso que abarque todas las situaciones posibles. Por eso, y si he de destacar a una, me declinaría por Marsha P. Jonhson, una mujer trans que, en plena década de los setenta en los EE. UU., se enfrentó a un sistema que la oprimía por diversos factores. La discriminación no solo le llegó por el hecho de ser trans, sino también por ser de raza negra. Su historia no te la voy a desvelar, pero te diré que es un ejemplo de humanidad, entereza y valentía como pocos he visto.
J. D. Labor minuciosa y tenaz la tuya. Tengo entendido que eres perseverante en casi todo lo que haces. ¿Eso ‘solo’ se debe a que te gusta aquello a lo que te dedicas o es marca de la casa para cualquier cosa que se te pone por delante?
Isamar: Depende de si me gusta eso que se me ponga por delante. Soy muy constante y perseverante con mi vocación, podrá cambiar todo menos que me desaparezcan las ganas de escribir. Pero a veces me veo enfrascada en asuntos ajenos en los que yo misma me involucro porque creo que puedo hacer algo positivo al respecto, y ahí persevero o me retiro dependiendo de si merece la pena o no seguir empeñada. Es cuestión de no gastar energía sin necesidad, de no ‘arrojar perlas a los cerdos’, como suele decirse.
J. D. Y ahora sí, me gustaría concluir este Moroneando de una manera muy especial: te voy a pedir que nos regales unos versos con los que combatir la distopía y con los que encarar el día a día con fuerza, alegría y valentía…
Isamar: Te voy a dejar un poema de mi primer poemario, Verse en verso, que fue compartido con mi amigo Óscar Millán Vivancos:
A tu lado guerrero apelo
No me digas que no puedes
que la caída fue tan grande
que te es imposible levantarte
no me digas que no, no lo creo
que el desamor es suficiente
para destruir una vida entera
que los recuerdos pesan tanto
que te enclavan en el pasado
no me digas eso, no, no lo digas
que no hay razón poderosa
que pueda de lleno destrozarnos
que es normal sentirse hundida
pero no para siempre quedar rota
que hay tropiezos tan tremendos
que sangrar a ríos nos hacen
mas toca sanar, vestir armadura
y seguir adelante, siempre
luchando, con amor y entrega
que el camino de atrás no existe
mas tenemos uno delante
virgen, impoluto, sin construir
esperando ser escrito
… con las mejores estrofas.
J. D. Qué mejor manera de terminar, y de encarar un nuevo día… ¡Gracias, Isamar!
Esta escritora simboliza un ejemplo diáfano de por qué es necesario creer en la utopía; de por qué, al igual que han de ser respetadas las voluntades de arrojar la toalla, merece la pena apoyar a todo el mundo para jamás rendirse ni dejar de perseguir sueños; y de cómo mediante dobles y triples raciones de alegría y de fuerza de voluntad podemos afrontar los momentos de tristeza que tarde o temprano nos depara la vida (no, esto no es un discurso de autoayuda ni nada de eso; lo transmitido por Isamar es el lúcido resultado de la experiencia). Su mirada tiende al interior, a un aislamiento que encuentra refugio en las letras y que es la semilla de cada una de sus obras. La lectura y la escritura son su pasión, sus hermanas confidentes, sus eternas amigas; con ellas supera reveses y con ellas danza sinceros valses de felicidad infinita.
Y de infinita a finito. Aquí acaba el Moroneando con Isamar Cabeza García. Hemos charlado sobre poesía, superación, mujeres luchadoras y sobre muchas cosas más. Ojalá les haya gustado. Hasta pronto: ¡salud, cultura y buen rollo!