En entrevistas y reflexiones anteriores: https://moroninformacion.es/entrevista-moroneando-sobre-el-teatro-que-grita-compromiso-memoria-y-dignidad-con-antonio-miguel-morales-montoro-parte-iv-por-j-d-vidal-gallardo/.
Amar, luchar, superar(se), no rendirse, insistir, caer y levantarse, volver a caer y volver a levantarse… Todo eso es vivir. Y la vida es poesía. La una forma parte de la otra. De ahí que quien ama la poesía mire la vida con ojos diferentes, con una mirada de profunda y poderosa sensibilidad. Pues bien, con esa mirada observa la vida Isamar Cabeza García, la de quien encuentra en la poesía el porqué (y el cómo) a tantas preguntas del día a día; la de quien concibe la poesía como una razón para vivir.
Charlar con Isamar ha supuesto descubrir una fuente de generosidad y paciencia, una alfaguara de energía, una luchadora incansable, amante de la cultura y portadora de un honesto sentido de la justicia. Alguien que trabaja sin parar en aquello a lo que se dedica. ¿Que a qué se dedica? A las letras, en su más amplio y valioso sentido, a hacer arte con ellas, a involucrarse con y a través de ellas. ¡Y lo que disfruta haciendo lo que hace lo transmite por los cuatro costaos!
Moronense nacida en Palma, esta escritora es delegada por Andalucía del Grupo Editorial Amarante ITP, donde, entre otras labores, descubre nuevos talentos a los/as que ayuda a publicar y donde también escribe deliciosas reseñas literarias para la revista cultural Acalanda Magazine (https://acalanda.com/category/redactores/isamar-cabeza/). Es autora de La isla violeta (Ediciones Alféizar, 2017; en ella aborda de forma valiente la violencia de género, y es obra finalista en el II concurso Alféizar de novela), de los poemarios colectivos Verse en verso y Lluvia de haikus (ambos editados por Amarante-LC en 2018), de Poemas, tankas, haikus y otros cuentos (Amarante, 2019; obra de madurez de la poetisa) y de Mujeres extraordinarias de nuestra historia universal (Amarante, 2021; de la que hablaremos más adelante y que ilustra su hija Yeraida). Y tiene poemas publicados en Entre latidos y versos o en la Antología incompleta de la poesía de Morón: Una cuestión de carácter (Asociación Poética Sin Fronteras, 2021), entre otros títulos.
Pero hay más: ha presentado y colaborado (incluso producido, en algunos casos) con programas de radio como Con M de mujer, De Sevilla con amor o su espacio cultural en Radio Morón Cadena SER; ha escrito en diversas publicaciones; imparte talleres de escritura; participa en ponencias y encuentros; se suma a proyectos sociales y culturales… Lo dicho: una curranta nata.
En una de sus últimas reseñas en Acalanda, y a colación de la novela de Manuel Molinero Las polillas y la luz, escribe: <<La mente es ese otro “yo” que crece a la par que nos salen los dientes (…). Ese enigmático personaje invisible y cauteloso que refugiado entre dudas, mandatos e influencias nos irá dando forma como el artesano lo hace con su barro, su esparto o su hierro candente. La mente es un papel atrapa moscas, un material adhesivo que retiene, para bien o para mal, todo lo que el aire difunde y en ese aire la palabra navega a su antojo llegando a ser barco pirata que bombardea puerto extraño o barca de recreo que deleita con su belleza y serenidad>>. Así detalla la mente esta escritora innata y lectora voraz para la que inspirar y emocionar a través de la creatividad es como respirar, y cuyo gusto por la filosofía y la reflexión constituye un trozo fundamental del pastel de la existencia. Porque, como el Shakespeare de Neil Gaiman, la protagonista de nuestro Moroneando no cree en las musas, sino en la constancia del trabajo, el tiempo y la dedicación a las palabras.
En fin, podríamos hablar durante horas con ella, por ejemplo sobre los proyectos que teje poco a poco entre sus manos y de los que sabremos más en los próximos meses y años. Pero, por lo pronto, hoy toca un poco de charla y reflexión sobre otros muchos asuntos. Hoy toca conocer mejor a Isamar Cabeza García:
J. D. Si no me equivoco, tu familia dejó Palma cuando apenas contabas con unos meses de vida, así que, imagino, tus recuerdos de niñez te trasladarán enteramente a Morón…
Isamar: Ni siquiera había cumplido la cuarentena cuando viajé a Morón. No tengo recuerdos de mi infancia que no me vinculen a algún rincón de este pueblo. De mi nacimiento solo sé que fue en el hospital de Son Dureta (del cual, por cierto, oí que ya no conserva el mismo nombre y no sé si cambiaron sus instalaciones también) en plena capital mallorquina y que después me bautizaron en un pueblo llamado Muro.
Mis recuerdos, por tanto, son exclusivamente los vividos en Morón con las únicas excepciones de aquellos viajes a lugares cercanos (lo cual tomo como referencia en fechas en las que por algún motivo se rompía con la monotonía del día a día).
Si respondo recordando los buenos momentos, se me viene a la cabeza el último día de colegio, cuando llegaba a mi casa y abría todas las carpetas de cartón azul con gomillas que usábamos antes y repasaba una por una todas las fichas que había hecho durante el año. Esto ocurrió en mis primeros cursos, entré con cinco años. Conservo imágenes de todos los sabores: de sabor tierno, cuando recuerdo mis gusanos de seda comiendo hojas de mora (que mi abuelo Francisco me traía frescas del campo); de sabor a protección, cuando me sentaba bajo el limonero del patio que había en casa de mi abuela paterna y me ofrecía sombra y un embriagador olor a azahar sin pedirme nada a cambio… Los recuerdos amargos me los guardo, pero los hubo y muchos, demasiados, pero de esos no voy a hablar, esos quedan plasmados en mis poemas, en mis relatos y no los pienso mencionar aquí, no sería de buen gusto.
J. D. Y así será. Tu adolescencia coincide con los aperturistas años ochenta en España. ¿Qué cosas reseñables se vivieron en nuestro pueblo en aquella época, especialmente desde el prisma de una joven?
Isamar: A día de hoy me puedo sentir afortunada por haber nacido en los setenta y vivir para contarlo, y no me refiero solo al movimiento social del momento, sino al mío particular. Me fascinaba la música del momento y me sigue gustando hoy: lo curioso es que a mis hijos les gusta e incluso la consideran la mejor época musical. Fueron años de cambios bastante marcados y trascendentales. Se respiraba una libertad que mis abuelos no habían sentido antes. En especial, recuerdo que mi etapa en el instituto estuvo marcada por muchos periodos de huelga y manifestaciones. Raro era que en una semana no hiciéramos una salida desde el Fray a la plaza del ayuntamiento. Recuerdo tener prohibido formar parte de esas manifestaciones. Mi abuelo Francisco no me dejaba ir, me controlaba muchísimo, incluso alguna vez después de una manifestación al volver a casa me hizo enseñarle las suelas de los zapatos. Todo lo hacía por cuidarme, yo lo entendía así y a día de hoy lo sigo pensando, pero reconozco que su mandato era dirigido por un miedo atroz que se había instalado en su mente tras haber vivido la guerra y la posterior dictadura de Franco.
La década de los ochenta para mí, fue descubrir a un jovencísimo Luis Miguel con su “Incondicional”, corridas de toros por la tarde en casa de mis abuelos, mostachones de Utrera, la sintonía de Curro Jiménez en todas las teles en blanco y negro de los vecinos y una Renault4 con helado que pasaba de vez en cuando por mi calle. Fue una época de colegio a turno partido, de clases de catequesis, de noches de verano sentada en la puerta de la calle junto a las vecinas más cercanas, para terminar en la azotea observando las estrellas mientras mi abuelo me descubría el nombre de algunas constelaciones.
Más tarde, ya en los noventa, fui consciente de otro mundo en el que muchos cayeron y por lo cual murieron. Desde mi ingenuidad y mi manera de proceder, me resultaba una auténtica locura que hubiera tanta gente enganchada a las drogas. Fui testigo de la destrucción de muchos jóvenes y por ende de familias enteras.
J. D. Antes de esos primeros años de vida en Morón, ¿cuál fue la razón de que tus padres dejasen el pueblo y pusieran rumbo a Mallorca?
Isamar: Se puede decir que nací fuera de Andalucía por mero accidente, por cuestiones de trabajo. En aquellos años, el empleo en Morón para la mujer dependía de las fábricas de aceitunas y para el hombre me imagino que, en gran medida, de las labores del campo. Mis padres no tenían títulos universitarios ni tampoco se especializaron en ningún oficio, así que en cuanto se casaron decidieron seguir el ejemplo de otros muchos que habían probado antes y a los que no les había ido mal.
J. D. Pasa el tiempo y, ya desempeñando tus labores y disfrutando de tus pasiones, vemos que has llevado a cabo en Morón presentaciones de libros, tu espacio en Radio Morón, visitas periódicas y contacto permanente con el pueblo a pesar de no vivir aquí desde hace ya años… Tu relación con nuestra localidad no ha decaído. ¿Cuál es la evolución que has visto en las últimas décadas en la Morón literaria?
Isamar: Morón es mi pueblo, aquí crecí y aquí era justo que diera a conocer, antes que en cualquier otro lado, mi primera novela, “La isla violeta”, la cual tuvo muy buena acogida. Ha habido momentos de más distanciamiento y momentos de conexión o reencuentro. En estos cuatro años que llevo viviendo en Sevilla ha habido de todo, pero a nivel personal simplemente añadiré que hay mucho talento al servicio de las letras y que eso es para sentirse orgullosa de esta tierra. No creo que sea yo la más idónea para reseñar la evolución literaria en nuestro pueblo, pero sí sé que hay muchas más personas que aman escribir y a las que se les da bien que las que se dejan ver.
J. D. Hablando de literatura, y antes de centrarnos en la Isamar creadora, ¿cómo resumirías tu papel en la editorial para la trabajas? Y, sobre todo, ¿qué es lo que más te llena de cuanto ahí haces?
Isamar: Mi papel en la editorial comenzó siendo el de una especie de captadora de talentos. Con las facilidades que otorga hoy internet y la predisposición de la gente a compartir sus escritos, no me era difícil la tarea. Ofrecerles la posibilidad de publicar con nuestra editorial era, por tanto, una de mis labores. A mí el trato con la gente me complace, pero necesito mis ratos de soledad, mis ratitos conmigo misma para poder crear y dar rienda suelta a mis ideas y mis emociones. Así que, aunque me resulta de agrado tener trato con los autores, mi tarea favorita es la de escribir. Disfruto mucho cuando leo una buena obra y después la tengo que reseñar, me encanta, y cuando después de editar mi particular visión de la obra recibo el agradecimiento del autor, entonces la dicha es plena. Me siento muy satisfecha y agradecida a la vez.
J. D. Es un mundo sobre el que se podría hablar largo y tendido, el de las editoriales. Están los grandes nombres que lideran el mercado, las más pequeñas que intentan hacerse un hueco, aquellas otras que optan con convicción y valentía por líneas más independientes y alejadas de lo comercial, el auge en los últimos tiempos de las autoeditoriales… Toda una inmensa amalgama. ¿En qué situación se encuentra hoy el sector editorial literario en España?
Isamar: A la pregunta, ya complicada de por sí, habría que añadirle el matiz que vino a trastocarlo todo: la COVID. Dicho eso, es una cuestión tan densa que no sé ni por dónde empezar, verdaderamente. A esta duda se suma que soy muy vehemente y que el tema de las injusticias me acalora bastante, por todo lo cual, se puede decir que has venido a meter el dedo justo en la llaga… Procuraré ser clara, sincera y directa, sin ánimo de molestar a nadie, pero tampoco dejándome nada en el tintero.
En primer lugar, dentro del mundo editorial existen muchas variantes y esto en vista al escritor novel que nunca ha editado, se le presenta como un panorama difuso y enrevesado que no sabe cómo tomar, y no es para menos. Ocuparía mucho espacio hablar de cada una de las modalidades de editoriales que existen, pero para resumir diría, recordando el refrán popular, que “nadie da duros a pesetas”, por lo cual ya advierto de que nadie va a apostar por una obra de un autor novel a menos que se le cobre por los servicios editoriales.
La evolución literaria ha pasado del papel a lo digital, mucho más después de la pandemia, por lo que las ventas del libro impreso han caído de manera estrepitosa. Este hecho ha favorecido que muchos nuevos autores se lancen a la búsqueda de su sueño y se decidan a subir su obra a plataformas como Amazon, a blogs (cada vez menos), a revistas digitales o que hagan crowfoundig. Este movimiento se ha producido también a raíz del confinamiento. En cuanto a las grandes ventas, se aprecia que sus autores son artistas o famosos de otras categorías que nada tienen que ver con la literatura, pero que no importa lo que escriban porque con su fama llegan a la décimo novena edición sin el menor esfuerzo…
Además, está el tema del contenido o el nombre del autor, es decir, vende más la prensa rosa, por ejemplo, camuflada tras una biografía cargada de escándalos amorosos, que un perfil interesante ligado a las artes o a las ciencias, pero que no despierta morbo. Eso es así, de igual manera que no importa tanto lo que se dice, sino quién lo dice.
Por tanto y para no dispersarme demasiado, se podría decir que muchas editoriales entran en este juego o se ven forzadas a hacerlo para poder subsistir. Es decir, si lo que se va a editar no es atractivo comercialmente hablando, tiene un alto índice de posibilidades de que las editoriales no lo publiquen. Desgraciadamente, muchas no valoran la calidad sino las ventas.
Con respecto a la última pregunta, hablar hoy de cualquier empresa, sea editorial o cualquier otra que no esté incluida en la lista de comercios de productos primarios, es hablar de un sector en declive que sobrevive a duras penas, pero que pese a todo se intenta mantener. Añadir por último que, pese a que la situación se mantiene estancada y las editoriales no publican la misma cantidad de libros que antes, la aparición de nuevos escritores y escritoras va en aumento.
J. D. La radiografía del cuerpo es cruda…, aunque arrojas un rayo de esperanza al final de tu respuesta. Por eso, vamos un paso más allá: a quien termina una obra, la registra y quiere compartirla con más gente mediante la publicación, ¿qué le recomendarías? Es decir, ¿cuáles son en la actualidad los canales, los recursos o los consejos más efectivos para dar con una editorial que apueste por tu obra o que, al menos, esté abierta a querer recibirla, repasarla y darte una contestación?
Isamar: Lo primero que debería de valorarse es la calidad de la obra. No solo que siga de manera escrupulosa las normas de la ortografía, sino también el mensaje que añade. Sin embargo, estas características pueden quedar en un segundo plano si el escritor ha conseguido tener muchos seguidores en las redes sociales. Quiero decir con esto que la marca del autor se vende antes que la obra, también tiene su lógica, venderá más quien mejor publicite sus obras y hay gente que sabe cómo darse a conocer y cómo atraer seguidores. Por tanto, cualquier editorial estará más receptiva si cuando reciba un manuscrito se asegura de que el escritor tiene muchos seguidores, pues esto se traduce en ventas. Como consejo respecto a los géneros, destacar que el género más exitoso es el relato corto. A menos capacidad de concentración, menos contenido, es decir, los tiempos de lectura son de breve duración, por eso es más satisfactorio leer un relato de dos o tres páginas que un capítulo de mucha más extensión, porque al retomar la lectura puede ser que se haya perdido el hilo.
En resumen, yo diría que la poesía no es el género preferido por las editoriales para publicar, aunque paradójicamente hay un auge de poetas y poetisas bastante importante. En cierta manera, hay un renacer poético que a la larga va a marcar esta década.
Como consejo para que una editorial se interese por un manuscrito: primeramente, la ortografía ha de ser impecable. Todo cuenta, que el título sea llamativo, que las primeras líneas sean los suficientemente atractivas para captar la atención del lector y que quiera seguir leyendo. Pero sobre todo, mi consejo es que no se desanimen, pues si no aceptan su manuscrito en una editorial puede ser que la acepten en otra. No todas valoran bajo un mismo criterio, así que yo les aconsejaría que probaran a enviarlo a más de una.
J. D. A buen seguro que tus consejos resolverán dudas y reforzarán ganas en muchas personas que hoy puedan estar preguntándose cómo proceder para lograr ser publicadas.
Antes de acabar esta primera parte de la entrevista, y mientras transitamos poco a poco de tu faceta en la editorial a tus escritos, me apetece hacer una parada precisamente en tus reseñas en Acalanda. Se trata de verdaderas perlas, espacios donde abandonarse a la buena lectura, al conocimiento, a las sorpresas de los libros. Una invitación a conocer títulos recién paridos y nuevos nombres de autores/as, todo ello a través de tu particular punto de vista, como antes apuntabas. Isamar, ¿cómo llevas eso de ser puente entre la ilusión de quien escribe una obra y la curiosidad del lector que busca sentir el tan ansiado flechazo con una portada, un título o una sinopsis?
Isamar: Es una tarea que me encanta. Me dejo llevar, fluyo libremente con los sentimientos que me despiertan y no pongo límites a la hora de exteriorizar lo que siento. Reseñar para Acalanda me ha traído hasta el momento muy buenos encuentros, agradecimientos sinceros que me han hecho conocer a autores dignos de admiración, además de a personas realmente maravillosas. Me gusta ser puente entre el autor y el lector, me gusta que lo bueno sea reconocido, por tanto, hago mis reseñas con sumo gusto sabiendo que voy a favorecer a ambos, pues al que escribe lo promociono y al futuro lector le estoy ofreciendo la posibilidad de una buena lectura que le va a aportar mucho.
He ahí otra demostración de que la generosidad no está reñida con la profesionalidad. Al fin y al cabo, uno vierte en su cotidianidad laboral buena parte de cuanto reúne como ser humano, así que no ha de extrañarnos que Isamar, persona que disecciona la realidad redescubriéndose con cada nuevo hallazgo que le ofrece la vida (así se desprende de sus artículos y de sus versos), sea capaz de exprimir con placer la oportunidad que su trabajo le otorga para ayudar en ese hermoso camino de ida y vuelta: al autor a llegar a más lectores y, en paralelo, al lector a dar con una buena obra. ¿¡Les parece poca cosa?!
Hasta aquí la primera mitad del primer Moroneando de la temporada. No tendrán que esperar mucho -solo unos poquitos días- para leer la segunda. En ella navegaremos por la Isamar escritora, bucearemos en el origen de su amor por la poesía, surcaremos su incansable faena en pos del reconocimiento de tantas mujeres olvidadas y ninguneadas en la historia, y mucho más. Incluso una bonita sorpresa nos dejará nuestra protagonista en las líneas finales de esa segunda parte del encuentro.
No se la pierdan. Isamar ha luchado mucho para poder dedicarse a aquello que tanto le gusta, y ahora merece que leamos con cariño y atención sus reflexiones.