Hace unos días publicaba en redes que, tras examinarme de las primeras pruebas para la entrada en el cuerpo de maestros, mi vida volvía a ser como una página en blanco o una sábana en la cama de un hotel, blanca impertérrita, preparada para proyectar sobre ella un nuevo futuro, el mío.
Han sido unos años de volver a estudiar, de recordar todo aquello que una vez aprendí en esta misma ciudad desde la que hoy escribo antes de volver a casa, esta ciudad tan llena de luz que me permite volver a Morón recargado de energía.
No me fue fácil asumir que el próximo paso de mi vida iba a consistir, tras una etapa de varios años educando en barrios de extrarradio y acción, en sentarme y poner en pie todos los conocimientos de la carrera como una torre de jenga, con paciencia volver a levantarla con el cuidado de no dejar atrás ninguna pieza.
No es ningún secreto si digo que contamos en Morón con uno de los mejores maestros de maestros, formador que fue de mis profesores de la facultad y que logra sacar lo mejor de los maestros que nos acercamos a sacarnos una plaza o al menos intentarlo.
Por supuesto no estaba en esto solo, en estos años me he topado con otras maestras y maestros a los que nos unía la consecución del mismo objetivo final. Y, al contrario de lo que suele contarse, nuestras luchas por mejorar fueron y son con nosotros mismos, nunca nos hemos negado una palabra de apoyo o una explicación o el empuje necesario para completar alguna tarea.
Pero a pesar de tenerlo todo a favor para comenzar el proceso hace unos años, como digo, no fue fácil pasar de una parte a otra. sencillamente, no me veía, no me creía haciendo lo que hacía cada mañana y durante cada día en estos años pasados.
Y os cuento esto porque a pesar de autoboicotearme durante muchos meses, si el trabajo y el esfuerzo es continuo, el proceso funciona, los resultados, probablemente no estarán del todo en nuestras manos, pero poco a poco esas piezas del jenga se van colocando lentamente en su posición.
Escribo sin saber todavía los resultados de esta primera parte, pero como dice Kavafis:
“…Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca…”
Y no quedó otra, tuve que buscar a mi propia Ítaca en el transcurso de estos años, lo intenté primero con las metas a corto plazo, normalmente funcionan, son las que nos permiten recompensarnos cuando creemos que hemos hecho algo bien y por supuesto, es un refuerzo que nos permite andar paso a paso. Con pasos cortitos. Pero no lo conseguí.
Tuve que seguir reflexionando, y logré encontrar mi Ítaca. Desde entonces cambió la forma de afrontar cada mañana las horas de estudio, de pruebas y de tedio, mientras sucedían cosas fuera de las hojas de resúmenes, supuestos y programaciones.
Llegará el día de los resultados en una semana, sabré si las sensaciones con las que salí de la prueba eran reales o no. Pasaré a la siguiente prueba…pero el camino a Ítaca ya está marcado, probablemente, tenga que volver al proceso en próximas convocatorias, pero el camino ya está horadado. La marca está sobre el mapa.