Magnífica tarde noche la del pasado miércoles, 22 de junio, en el Teatro del Bufón (Módulo Azul – Centro Social Julio Vélez) de Morón de la Frontera, con la presentación de La caída de las águilas, una joya de 54 páginas -preciosa edición de Ediciones Del Bufón– que ejemplifica a las mil maravillas la fuerza de ese teatro independiente, sin ataduras, periférico, actual y comprometido que tanto cuesta ser visibilizado a veces, pero que tan necesario resulta para el enriquecimiento de las almas, la conformación del nosotr@s y el despertar de las miradas y las conciencias.
El torbellino de Paola Guarnizo (autora de la obra), Álvaro Rodríguez y Lina Londoño (dos personas clave en el colectivo teatral colombiano Casa TEA – Teatro Estudio Alcaraván de Bogotá), el dramaturgo moronero -y anfitrión de la cita- Raúl Cortés, y, cómo no, las personas asistentes disfrutamos lo más grande de una cita que, tanto en el durante como en el después, resultó divertida, potente, no una presentación al uso, y, sobre todo, sí una bella ocasión para ensalzar el espíritu de algo tan hermoso como es intercambiar impresiones artísticas con gentes de otras latitudes. El Arte (nunca mejor dicho) de compartir pensamientos, sentimientos y momentos especiales.
La caída de las águilas refleja muchas cosas y, a la par, se muestra hoy íntimamente conectada con la actualidad más reciente en aquel país: los nuevos e ilusionantes aires que se respiran en la Colombia rural, socio-política o artística (en Colombia, en general), las ya demasiadas décadas de violencia paramilitar silenciada, un país de sabiduría y alegría popular que grita por volver a transmitir lo que aún -y a pesar de todos los pesares- no dejó de ser, «un pueblo y unas tierras de colores infinitos, aromas deliciosos, jolgorio, música de cumbia y vallenato, momentos compartidos, comida deliciosa, tamal, sancocho, ajiaco, cafesssito rico, sonrisas resistentes, memoria dignificada, ansias de paz, valentía, trabajo y sacrificio, ¡alegría!» (Paola G.).
De todo eso y de mucho más conversamos (¡larga vida a los actos culturales en los que autores y público pueden dialogar!): de lo injusto que es que la violencia del poder sea capaz de lo que sea con tal de arrebatar tierras a sus habitantes, en cualquier rincón del planeta; de esas madres colombianas que no se amedrentan ante las metralletas y siguen buscando los cuerpos de sus hijos desaparecidos; del Arte como “elemento inherente a cada ser humano de la Tierra y, por ello, como vía de entendimiento y hermandad, de empatía y acción” (Álvaro R.); de la diversidad; de las comunidades indígenas; de los campesinos; de la combinación entre indagación y espontaneidad; de los sucesos de El Salado hace ahora dos décadas; de los Nadies -Eduardo Galeano-; del humanismo; o, por supuesto, de ese fuego llamado teatro, que nos une (pues es la vida representada) y que “es inmortal, por muchas alternativas tecnológicas, formas de entretenimiento o variedades artísticas que surjan, porque el teatro es directo, son personas frente a personas, es la verdad del oficio, es vernos reflejados en otros seres a unos centímetros de nosotros mismos, sin trampa ni cartón” (Paola G.). ¡Volcán de luz en el Teatro del Bufón!
Fue el colofón a varios días trabajando en Morón, donde el pasado viernes 17 de junio representaron Las Peregrinas y adonde, ojalá, vuelvan pronto para presentar, para representar, para deleitarnos con su arrebatador amor por el teatro social, poético y comprometido.
«La caída de las águilas», de Paola Guarnizo