Guerras: Muerte. Desesperación. Sufrimiento. Huidas, exilio, deportaciones, adiós. Familias separadas. Amigos que jamás vuelven a verse. No enemigos a los que te venden como si fueran tus enemigos. Violaciones. Torturas. Prisiones. Campos de concentración. Con ‘suerte’, campos de refugiados. Medicas/os y enfermeras/os que llegan de forma voluntaria y que no dan abasto. Hospitales que piden socorro. Heridas físicas que difícilmente sanan. Lesiones psicológicas que nunca sanan. Derechos Humanos pisoteados. ‘Comunidad internacional’ mirando hacia otra parte. Aviones cazas o bombarderos -y sus respectivos sonidos atronadores y anunciadores del horror- sobrevolando las casas de Morón o las costas de Rota. Rotondas dedicadas a aviones de guerra. Implantación de bases militares. Desigualdad. Colonialismo. Imperialismo. Negocio. Dinero para enriquecer a unos pocos. Pobreza para las mayorías. Escasez de recursos. Inflaciones, monedas devaluadas, crisis económicas (o lo que es lo mismo, aumento de beneficios para los poderosos). Patrioterismo absurdo. Banderas hasta en la sopa. Himnos excluyentes. Tanques. Bombas. Granadas. Balas. Rifles. Misiles. Antimisiles. Radares. Drones. Amenaza nuclear. Armas atómicas. Armas biológicas. La mujer como botín de guerra. Mentiras y más mentiras a la población. Medios de comunicación fomentando el belicismo. Militarismo. Odios. Ejércitos bendecidos y adorados. Soldados como si fueran héroes. Al pacifista se le ridiculiza (y se le encarcela). Al objetor de conciencia se le ataca (y se le encarcela). Al activista antimilitarista se le acusa de “terrorista antifa” (y se le encarcela). Industria armamentística sumando dividendos entre brindis de copas de champagne. Propaganda. Invasión de conciencias. Bombardeo mediático. Soberanías populares olvidadas. Territorios invadidos. Democracias aniquiladas. Patriarcado rancio. Alianzas militares en medio mundo. Incremento del gasto en los Ministerios de Defensa. Desfiles militares de Fuerzas Armadas en pleno siglo XXI. Gente emocionándose por desfiles militares de Fuerzas Armadas en pleno siglo XXI. Discursos prepotentes y déspotas que te dicen quiénes son los ‘buenos’ y quiénes los ‘malos’. El relato del vencedor prevalece, aunque esté plagado de mentiras. Sed de sangre. Ansias por ‘ganar’. Racismo. Xenofobia. Tiros. Misiles de largo alcance. Portaviones. Estatuas a generales y comandantes. Homenajes a jefes de guerra. Medallas y condecoraciones en función de todos los muertos que uno sea capaz de acumular en su currículo. Pensiones vitalicias. La élite poderosa cachondeándose de la clase obrera, de los pobres y de to quisqui (y nosotros, mientras, bailándoles el agua y haciéndoles el juego). Más muerte. Más odio. Intereses económicos detrás de todo. Dolor, mucho dolor…
Fronteras: Más desigualdad. Más guerra de banderas. Más guerra de himnos. Diferencias. Envidias. Segregación. Exclusión. Clasismo. Vulnerabilidad, siempre hacia los más débiles. Mafias que se aprovechan de personas inocentes. Trata de mujeres. Trata de niños. Trata de seres humanos. Proxenetas. Explotación sexual. Niños robados. Vallas frías y divisorias. Concertinas asesinas. Alambradas. Muros nuevos, puentes rotos. Falta de empatía. Criminales. Cascos, escudos y porras repartiendo sin concesión alguna. Cantera de fuerzas y cuerpos de seguridad asalvajados. Ministros indiferentes. Jueces conniventes. Migración forzosa. Un tesoro para políticos racistas. Deportaciones. Devoluciones en caliente. Derechos aniquilados. Insultos. Maltrato. Corporaciones que se forran. Empresas de seguridad que también se forran. Miedo al de fuera, al ‘diferente’. Gente inocente ahogada en mares o en ríos. Gente inocente atropellada por trenes, perdida en montañas, paralizada en desiertos, apaleada porque sí. Diferencias impuestas. Herramienta eterna para mantener el cruel sistema capitalista. Generador de nacionalismos violentos. “Los nuestros, los primeros”. “¡Más muros y más vallas!”. “¡Más altas esas rejas, y más afiladas esas concertinas!”. Crímenes impunes. Recursos naturales esquilmados, saqueados, explotados. Mano de obra barata. Mano de obra esclavizada. Xenofobia. Religiones ‘verdaderas’. Religiones ‘peligrosas’. Apartheid. De nuevo, las fronteras como fuente de ingresos para quienes defienden el neoliberal (y tristemente efectivo) truco del Capitalismo. El poderoso siempre gana. Incluso acabamos comprando el devastador mensaje de que hay ‘inmigrantes ilegales’, como si las personas pudieran ser ilegales… Dolor, mucho dolor…
Conclusión: Aquí mi declaración: ¡Malditas sean las guerras, y quienes las hacen, y quienes las fomentan, y quienes las defienden, y quienes las jalean! ¡Y malditas sean las fronteras, las divisiones y las injusticias!
Posdata: De niño, alguna vez que otra me quedé embobado viendo esas típicas películas de Hollywood en las que uno acababa admirando a los vaqueros del Oeste, o a los soldados estadounidenses en las guerras mundiales, o al Rambo mitificado de turno, o a quienes vestían uniforme militar, o a quienes morían sin hincar la rodilla, sonando una marcha solemne de fondo mientras ondeaba la bandera (la de los ‘buenos’, por supuesto) detrás del prota guaperas (un hombre siempre, of course); o a quienes se pasaban todas las fases del videojuego matando a los rivales y llenando la pantalla del televisor de gotacas de sangre… He ahí el germen, la semilla de todas las mierdas que vienen después. Paremos la espiral del horror. Opongámonos a toda forma de guerra u opresión. Por un mañana en el que todas las guerras sean de cojines; y todas las pistolas, de agua; y todos los tanques, de serpentinas; y todas las bombas, de chocolate; y todas las granadas, para hacernos zumos; y todas las huidas, para esconderse jugando al pilla pilla; y todas las banderas, cosidas en una misma, multicolor; y todos los himnos, tan pacíficos y alegres como el de mi Andalucía; y todos los soldados, reconvertidos en bomberos, entrenadores deportivos o monitores de gimnasios; y todos los Rambos, convertidos a la fe del chirigotero; y todos los ejércitos… ¡Que no haya ejércitos! Por un mañana en el que todos los muros sean derribados y todas las fronteras, eliminadas.
Porque una frontera no nos define. Menos inversión en Defensa y en tecnología de guerra, y más (y mejor) inversión en educación y sanidad públicas, en cultura y en las verdaderas necesidades sociales. <<¡Menos bases y más playas!>>.
Contra la guerra y la muerte. A favor de la cultura de la paz y la vida.