Tras un mes y pico que, debido a la sensación de abrumador derretimiento, ha parecido un verano eterno; tras nuevos tortazos en todo el careto propinados por una madre Naturaleza que, cabreada, nos pone delante de nuestras narices la alarma climática que nuestros absurdos ojos se niegan a ver; tras remojadas jornadas en las que el gozo y el alborozo de muchos/as han perpetuado el contraste con el auxilio desoído de no menos gente…
Tras treinta y tantos días en los que Morón volvió a empezar a sufrir lo que las promesas de las urnas de mayo prometieron solventar en na de na, comiéndose la suciedad sus arcenes, cabalgando la dejadez por sus parques, viéndose las guerreras del SAD de nuevo invadidas por la ya vergonzosa incertidumbre que rodea a su justísima reivindicación, ahogándose en el olvido las peticiones de traer el Hospital comarcal, instalándose en cuadro la esperanza de esa Sierra que agoniza, viéndose desasistidos los refugios y demás esfuerzos personales que intentan proteger el bienestar de canes y otros animales de compañía…: en fin, logrando el Ejecutivo municipal -una vez más- que el sopor lo inunde todo en este pueblo que parece atrapado en las telarañas de los tiempos remotos…
Tras un verano que ha tapado tantas cosas en el sur, que hasta el asesinato de la sanidad pública andaluza está siendo normalizado; tras varias semanas de estatal puerperio electoral en las que las españolísimas derechas no han acabado de aceptar que ganar comicios en número de votos/escaños no le da a ‘x’ partido para gobernar si no suma una mayoría de apoyos parlamentarios (vamos, que no han aceptado -siguen, a día de hoy, sin hacerlo- la derrota por bloques); tras dicho posparto electivo, en el que las dos principales ‘izquierdas’ han celebrado moderadamente su superioridad en apoyos de grupos del Congreso sin admitir (mala cosa el orgullo) que son, en buena medida, los mensajes defendidos por la cobardemente denostada Unidas Podemos los que seguramente les mantengan en el Gobierno…
Tras un agosto que vio de todo allende los mares, desde una nueva demostración de que el turismo globalizado(r) y masificado(r) no construye, sino que destruye aquí y allá; hasta el avance de un ultra-lunático que se encarama a dirigir las riendas de la Argentina, pasando por el juego macabro que los poderes económicos están haciendo repuntar para ajusticiar a cada vez más familias de medio mundo, la dolorosa continuación de las muertes de migrantes, o el histórico levantamiento de una parte creciente de la sociedad que grita(mos) SE ACABÓ al hecho de consentir lo que los/as de arriba entienden que ha de ser ‘normal’ ejercer contra los/as de abajo…
Tras un estío de hastío en algunas cuestiones, pero ilusionante en cuanto a otras; tras abrasadores soles y sofocantes lunas bajo las cuales también hicieron acto de presencia las muestras de cariño por la “memoria de los manantiales menguantes”; tras denodados esfuerzos empeñados en hacer frente a esos otros dolores que uno/a nunca quiere padecer…; tras abrirse paso la belleza por entre vicisitudes de todo tipo; tras ese delicioso click que siempre salta al penetrar, por unos días, en las venas y en las brisas de enclaves colmados de luz plateada y olor a sal de coplas; tras encuentros y reencuentros con personas de alma hermosa que siembran el torrente imparable de la inspiración en la buena gente, la buena gente que (re)aparece en tu día a día…
Tras un breve descanso estival que, en definitiva, ha nutrido de todo lo anterior y de mucho más a este escritor de poca monta, aquí llegan, una temporada más, antorchas y manantiales. Las primeras, para (tratar de) alumbrar, y los segundos, a partir de los cuales brotar, moldear y renacer. Reflexionando sobre cuanto sucede a nuestro alrededor. Meditando en voz alta sobre lo invisibilizado. Relatando y creando en red, con proyección colectiva. Para darse a aquello que a cada lector/a le susciten estos artículos. Pero, al fin y al cabo, aquí seguimos, enfilando senderos cuyas metas finales e incluso estaciones intermedias apenas pueden ser intuidas.
Porque, ahí radica lo apasionante de los caminos que recorremos en esto llamado la vida: lo verdaderamente importante no son los destinos a los que lleguemos (¿quién sabe cuáles serán? ¡Las generaciones siguientes nos lo dirán!), sino la experiencia, los conocimientos, las vivencias y el dar lo mejor de uno mismo a cada instante PRESENTE del camino en sí. Surja lo que surja. Pase lo que pase. Y eso intentaremos hacer, un año más, en esta sección: escribir para pensar. Pensar al leer. Juntando miradas a cada paso que demos al caminar.
Foto: Juan Diego Vidal