La semana pasada se nos fue Isabel Escobar Gutiérrez, moronera, poeta, luchadora (fuera de todo tópico) literalmente hasta el final y, sobre todo, buena gente. He aquí un sencillo homenaje para ella.
Tuve la oportunidad de conocerla hace pocos meses, en Sevilla, cuando una tarde noche me la crucé por el barrio en el que vivía (el mismo en el que vivo yo). Los perretes a los que cada uno paseábamos se encontraron, se pusieron a jugar, eso dio lugar a nuestra charla y, sorpresa, <<¿que eres de Morón? ¡Yo también!>>. Cuando me dio más detalles, resultó que yo ya ‘la conocía’ de antes, pues una amiga en común me había hablado de ella. Paca Bernardo Ruano, librera del barrio, también escritora, hizo que meses antes descubriera un libro maravilloso, de autoría conjunta de ambas, además de Emilia Vega Pimenta y Lupe Gil Villa y la colaboración de Sofía Gil Tébar, Pilar Mora Corralejo e Irene Doravi: Mujeres que escuchan el Sentir de la Tierra (2020. Ediciones Ad Libitum), un delicioso poemario con fantásticas ilustraciones.
Tras dar con mi paisana aquella noche invernal en el barrio, otras personas me pidieron que les llevara la obra, que se las comprara y enviara. Todas ellas la disfrutaron. También conocidos en común de Morón me hablaron sobre Isabel, y de sus versos, de su paso por Mallorca, de lo mucho que le gustaba Sevilla, de su pasión por la Sierra de Montegil y su deseo de que los responsables de su maltrato parasen, de una vez, de infligírselo. El pasado enero, en la Fiesta Popular del Espárrago y la Tagarnina celebrada en el Módulo Azul-CSO Julio Vélez de nuestro pueblo, tuve el honor de que los compañeros/as de la Plataforma Sierra de Morón me pidiesen leer Nació libre, poema escrito por Isabel en mayo de 2022.
Batalló contra una enfermedad que, finalmente, acabó por llevársela. Eso sí, su sensibilidad, sus poemas y la enorme huella humana que deja entre sus familiares, amistades y quienes mejor la conocieron quedan para siempre.
A continuación, unas palabras de su amiga Paca:
<<Para mí, siempre será Isabel la poeta. Al poco de conocernos empezamos a hablar y compartir acerca de nuestro gusto por la literatura, sobre todo por la poesía. Desde el principio me gustaron sus escritos. Tenía tanta ilusión por que alguno de ellos fuera publicado, que cuando surgió la posibilidad del proyecto de un libro de autoría conjunta con otras autoras -tanto escritoras como ilustradoras-, le encantó la idea. Ayudó mucho para que la publicación saliera adelante, nos trasmitió su entusiasmo. Todavía cuando la obra no había salido a la calle, a Isabel le dio la cara la enfermedad. Su ánimo se vio muy afectado, como es normal. Pero su dulzura siempre estuvo presente, además de otras características tan suyas, como el amor por su familia. De manera que, felizmente, cuando publicaron el libro, su satisfacción fue preciosa, contagiosa. Le quedó (nos quedó) esa tranquilidad.
Destaco su sonrisa, su alegría, su sensibilidad, la cual la hacía tanto disfrutar de las cosas más bellas como no quedar impasible ante lo que consideraba injusto. El bienestar de los animales, la protección de la Naturaleza o su vínculo por la Sierra de vuestro pueblo siempre lo llevó por bandera, preocupaciones que quedan plasmadas en muchos de sus poemas. Y de su obra me quedo con su rico léxico, sus metáforas, su habilidad para hilar ideas, su forma de hacernos conocer y recordar épocas pasadas y casi postradas en el olvido, como la hermosura de la vida en los pueblos. Un amigo poeta me comentó que la calidad de la lírica de Isabel era más que evidente. La verdad es que (se) expresaba de manera única.
Aunque se llevó consigo la felicidad de ver nuestro libro publicado, nos duele que no haya podido hacer una presentación en su querido Morón, como nos habría gustado. A buen seguro que a esta obra le habrían seguido otras, y que los versos de Isabel habrían seguido enamorando a más lectores…
Y no puedo olvidar tampoco la gran conciencia social que tenía. Por ejemplo, en la última época del proceso contra el cáncer decidió formar parte de un tratamiento experimental que, además de por la esperanza de que pudiera surgir efecto en su salud, encaró en base a su actitud solidaria y pensando en que los resultados del tratamiento pudieran ayudar a otras personas. Siempre comprometida con los problemas que nos rodean. Siempre colaborando del modo en que podía.
Siempre recordaré nuestras charlas en la librería. Le encantaba pasear por el parque de Miraflores, que tenemos aquí al ladito. Muchos de sus versos le brotaban en esos paseos. Tenía un don para escribir. Se impregnaba de todo lo bello de su alrededor. Le apasionaba Sevilla. Hizo muchas fotos y escritos sobre esta ciudad, muchos de los cuales los compartía en una red social para que la gente los viera y leyera. Decía que algún día le gustaría publicar un libro con sus poemas sobre Sevilla…
Una pena que ya no esté con nosotras. Se nos ha ido una buena amiga, una gran escritora y un excelente ser humano>>, Paca Bernardo Ruano.
Y para terminar, unos versos de la propia Isabel:
Poema LO QUE SOY (del libro Mujeres que escuchan el Sentir de la Tierra):
De siembra vengo, / semilla soy. / Recojo versos / por donde voy.
De la tierra vengo, / a la tierra voy. / Doy lo que tengo / de lo que soy.
Crecí en el campo / con sol y vientos. / Con barro y trapos / hice muñecos.
Jugué con perros, / toqué los grillos. / Metí los cerros / en mis bolsillos.
Mojé mis manos / en un arroyo. / Sentí el solano, / soplé rescoldos.
Miré la Luna / a cielo abierto. / Llené de espuma / sueños inciertos.
Jugué a ser grande / siendo pequeña. / Hice de madre / de mis muñecas.
Sin darme cuenta / me hice mayor. / Hasta mi puerta / llegó el amor.
Crie en mi seno / dos amapolas. / De amor y fuego / hice sus hojas.
… Y ahora son cuatro / mis carceleras. / Por Ellas mato. / Por Ellas parto / mi vida entera.
Sobre la destrucción de la Sierra de Morón, en 2018: <<Quien conozca mi pueblo, sabrá que tenemos una Sierra milenaria. En ella vivía una gran diversidad de animales, entre ellos, la cabra montesa y el buitre leonado (este último, especie protegida). Unos han muerto y otros se han ido, huyendo de las explosiones que se producen en las canteras. Además, (la Sierra) también tiene acuíferos muy importantes en su interior. Se la conoce por varios nombres, pero el verdadero es: Sierra de Montegil. Hace muuuuchos años, nuestra Sierra era verde, verde, pero de un tiempo a esta parte le han salido unas manchas blancas, debido a la destrucción que en ELLA se está llevando a cabo. Ayer me enteré de que tenían previsto firmar un acuerdo para seguir destruyéndola durante 30 años más. Esta mañana me levanté pensado en dedicarle a esa gente un *poema, pero no me ha dado tiempo (…), acabo de enterarme de que no hay vuelta atrás, pues los mandamases de mi pueblo ya han firmado su sentencia…>>, Isabel Escobar Gutiérrez. *El poema es PIEDAD PARA LA SIERRA DE MONTEGIL:
Que el Sol derrita el dinero / que anda buscando calor / en el bolsillo usurero / que de ELLA se enamoró.
Que se oxiden las monedas / que engordan en sus entrañas / y la tienen prisionera / atada con tela de arañas.
Que la avaricia rompa el saco / y que se escape el parné; / que ruede y corra pecho abajo / y que nunca den con él.
Que se vuelque ese tintero. / Que nadie moje esa pluma. / Que no haya sepulturero / que quiera cavar su tumba.
Poema A LA SOMBRA DEL CIPRÉS (del libro Mujeres que escuchan el Sentir de la Tierra):
A la sombra del Ciprés / el tiempo teje un pañuelo, / con las hojas de laurel / y ovillos de hilo negro.
Recio y firme está el Ciprés, / guardando su Camposanto. / Afanoso su pincel, / a la muerte sombreando.
Vigilante, si la Luna es llena. / Sereno, si la noche es parda. / Sombra que bajo el cielo queda / entre el silencio y la calma.
Viejo Ciprés enraizado / al lado de un cementerio. / Fiel vigía custodiando / a la muerte y sus misterios.
Los secretos de la muerte / los sabe mejor que nadie / el centinela de ramaje verde / cimbreado por el aire.
Cuando me llame el Ciprés / que me pille en un momento / que tenga cerca un papel, / para escribir unos versos. / Por si la muerte me deja / que yo cuente sus secretos.
Allá donde estés, Isabel: nunca pares de escribir.