Esta época está significando un cambio de paradigma en los flujos de comunicación informativa (tanto entre los múltiples y crecientes emisores, como para las personas receptoras). Siempre, desde que existen como tal, cambiaron, pero no siempre lo hicieron a la misma velocidad o suponiendo el mismo tipo de consecuencias de cara a los tiempos venideros. Hoy, sí estamos en esas.
Como avanzamos en la parte I de este triple artículo (cuádruple, sin contamos que esta parte II tendrá, a su vez, dos subpartes), las informaciones de todo tipo repuntan con la llegada de comicios generales en España: fuentes fiables y contrastables, opiniones analíticas que ayudan a analizar, podcasts para todos los gustos, voces de medios que prefieren el ‘todo vale’, firmas que conocen el sesgo ideológico de su audiencia y la soliviantan, mensajes de desconocido origen que surfean por la red y arriban a los dispositivos móviles con facilidad, otros virales nacidos en granjas de bots… Por eso mismo, y aun a riesgo de sonar quimérico, si se decide votar el 23J, preferible hacerlo tras sacar conclusiones propias (algo, por cierto, aconsejable practicarlo día a día, y no solo cada cuatro años). Ese domingo, cada uno/a meterá en el sobre la papeleta que le dé la gana. Faltaría más. Lo hará por la razón que le apetezca. Obvio. Pero siempre hay quien intenta desgranar la actualidad y en base a eso decidir. (“Votar con conciencia”, como dicen artistas valientes como Martirio o Javier Ruibal).
La actualidad del panorama nacional arroja un grupito de insistentes asuntos. Apenas se habla, por ejemplo, de cómo opera el capitalismo, o de cómo afecta a nuestro día a día ese modo de estructurar la vida económica y política de las sociedades, modo basado en producir hasta agotarlo todo, en consumir sin fin y en adorar el dinero por encima de todas las cosas desde que somos niños. (Triste cosa).
Datos resultantes de la acción del Gobierno actual: tampoco se habla demasiado (repetimos, en los medios -sobre todo, televisivos- de mayor audiencia, que copan casi todas las licencias generalistas) de la mejora de los datos de empleo (aun con sus matices), ni de las subidas (en plural) de los salarios mínimos, ni de las pensiones revalorizadas, ni de la mejora de convenios colectivos laborales, ni del aumento de inspecciones de trabajo, ni de los avances en importantes derechos (aborto, eutanasia, vivienda, etc.), ni del aumento de inversión en ciencia y cultura (por largo tiempo demandado), ni del bono joven, ni de la mejora del mecanismo de voto desde el extranjero, ni del reconocimiento de tiempo de prestación para mujeres en pensión de jubilación parcial, ni del mayor diálogo y tranquilidad en la ‘cuestión catalana’, ni de las ayudas a víctimas del amianto, ni de la ley de derechos para personas con discapacidad, ni de la protección de consumidores en situaciones de vulnerabilidad socio-económica…
Asuntos más generales: no se habla de los territorios donde se recorta en colegios públicos, o en ambulatorios, para invertir en intereses privados (trágico para el país). Ni de quiénes bloquean los órganos judiciales. Ni de cómo los viejos dinosaurios del Estado operan para volver al bipartidismo (no interesa que existan opciones más allá de PSOE y PP). Ni de que las entidades bancarias y las grandes superficies -divulgar sobre esto no conviene a las élites- siguen subiendo los precios de hipotecas y de productos de bienes y alimentos, empobreciendo a muchas familias y disparando la desigualdad (bancos, eléctricas, inmobiliarias, empresas de construcción, fondos de inversión, empresas de seguridad o petroleras se están enriqueciendo).
Tampoco se habla de otros aspectos sí muy mejorables de la acción del Gobierno (ley mordaza, fiscalidad progresiva, mayor protección energética para familias vulnerables, situación laboral de las camareras de piso -kellys-, blindaje constitucional de la defensa y mejora de los servicios públicos -urge detener su privatización y destrucción, pues condena a millones de personas-, responsabilidad para con la causa del pueblo saharaui, falta de valentía para apostar por una Ley de Memoria Histórica y Democrática que verdaderamente ayude al derecho de las familias a contar con todos los recursos oficiales para buscar los restos de sus seres queridos tras el genocidio franquista (¡ya está bien de tantas décadas de sufrimiento, olvido e injusticia!), etc.
De todo eso (y de mucho más), poco o nada se habla (ya saben, “lo que no se muestra, no existe”). PERO -atención-, sí que se habla, y mucho, de asuntos como:
“ETA se presenta a las elecciones”:
Al menos, eso escuchamos desde hace meses. ETA hasta en la sopa. Aunque haga ya casi doce años de la desaparición del grupo terrorista. A la mitad diestra del país (a una parte; no toda ella juega sucio) le conviene repetirlo sin parar, aunque el mensaje falsee y la intención sea canalla. “EH Bildu es ETA”, “El Gobierno pacta con ETA”, el indignante “Que te vote Txapote” empleado sin escrúpulos… Y día y noche con la matraca. Objetivo: remover miedos al votante indeciso, desinformado y/o ‘neutral’. Y ahora, pregunto: ¿Les suena de algo esa estrategia? ¿Recuerdan lo sucedido en Madrid en marzo de 2004, tres días antes de unas elecciones generales? Exacto, los atentados del 11M (recomendable el documental 11M, disponible en Netflix). ¿Cómo reaccionó el Gobierno (del PP y presidido por José M.ª Aznar) con tal de querer ganar los comicios? (Inciso: Aznar -aún hoy peso fuerte del partido desde la sombra- sigue sin reconocer lo tramado esos días). ¿Conoce la política institucional española mentira más vergonzosa? La sociedad de por entonces lo castigó y, mientras aún lloraba por el atentado de una célula yihadista -no de ETA, como el Gobierno del PP se empeñó en reiterar-, acudió a votar en masa (77,2% de participación) y quitó el gobierno a los conservadores.
Pues bien, hoy, en 2023, dos décadas después de los hechos, y tras casi doce años de la rendición y disolución de ETA, la derecha de este país (no solo el PP, y no solo su rama política) vuelve a intentar ganar unos comicios mediante la misma estrategia. Increíble pero cierto. El 23 de julio sabremos si les vale. Por lo pronto, y a diferencia de 2004, ya han conseguido que sean muchos más los medios de información generalista que replican lo que Calle Génova dicta. No fue así en 2004, cuando TVE o El Mundo auparon la sonrojante mentira, pero la mayoría de medios, incluso los conservadores, procedió de manera honrada y se atuvo a los datos fehacientes.
Posdata: es evidente mi inclinación -perdonen la nota en 1ª persona- por propuestas de izquierdas (de progreso, pro sociales/públicas, pro derechos humanos, llámenlo como deseen), y, precisamente por ello, siempre defenderé la soberanía popular para elegir, con su voto libre y democrático, la/s posible/s formación/es gobernante/s. Pero cuando la búsqueda de la victoria cae tan bajo, no se puede callar. Lo de los últimos meses ahoga la democracia, la cual, y entre otros modos, debe ser defendida con honestidad y veracidad mediática, algo del todo imposible al colaborar con el intento por relacionar al rival político con cuanto agita viejos miedos, máxime si se hace engañando.
“Los inmigrantes nos invaden”:
Misma estrategia en los mensajes -o en el tratamiento de noticias- sobre personas migrantes y refugiadas, pero con el agravante deshumanizador (pura maldad). La corriente más populista de las derechas navega cómoda en aguas incitadoras de alerta contra “los diferentes”, “los de fuera”, “los que vienen a quitarte lo tuyo”. Nunca tienen sentido tales afirmaciones, siempre son malintencionadas, pero, cada cierto tiempo, encuentran caladero de replicantes (y de votos). Las personas migrantes y refugiadas no adineradas lo sufren. Son víctimas fáciles para políticos cobardes. Llamar a “fortificar muros y alambradas”, usar de manera mezquina “las fronteras”, mirar mal a quien se juega la vida en el mar, fomentar la cateta islamofobia (no todos los migrantes procedentes de África u Oriente Medio son musulmanes; ¿y qué, si lo fueran?), repetir el “nos invaden”, y el “quieren imponer su cultura”, y el “son delincuentes”, etc., moviliza odio, toca emociones, condiciona votos. Vileza ilimitada. Así se normaliza la xenofobia y el racismo, dos de las peores degradaciones del ser humano. Putrefacto espejo que hoy ilumina a muchos ‘españoles’. ¿Pensamos hacer algo?
“Nos imponen una ideología educativa, cultural y LGTB”:
To junto, cual batiburrilla conspiración roja… Viene ocurriendo (más) desde hace unos años: Para ciertos partidos, hablar de feminismo e igualdad en las aulas «es adoctrinar». Hablar de distintos tipos de familia, o de consecución de derechos civiles, «es adoctrinar». Explicar qué es la democracia «es adoctrinar». Educar en sexualidad «es adoctrinar». Ver con alumnos una peli donde sale un beso entre mujeres, «es adoctrinar». Hablar de cómo combatir el Cambio Climático «es adoctrinar». Explicar qué es un sindicato de trabajadores «es adoctrinar». Y repasar en un instituto los hechos (¡hechos, datos!) ocurridos durante el franquismo, los antecedentes de la guerra civil o las etapas de la República, «es adoctrinar», «pura ideología»… Para esas mismas formaciones, oponerse a dichas “doctrinas” es «libertad de cátedra» y «libertad de los padres para decidir qué deben y qué no deben aprender sus hijos en las aulas»… Y no estamos repasando la paranoica educación nacional-católica de hace 50 o 60 años. Es lo que (no en todos los casos, lógicamente; ¡solo faltaría!), poco a poco, va siendo introducido en los territorios donde ciertas siglas gobiernan. Año 2023. Ver para creer…
Problema gordo para el Estado si quienes ostentan competencias para evitarlo -ejecutiva, legislativa y judicialmente- siguen mirando para otro lado. Primero fue ‘la ruptura de España’. Luego utilizaron la inmigración, ‘la okupación’, el feminismo o querer ilegalizar formaciones políticas democráticas. Y ahora, parece que toca marcar la agenda cultural y educativa, con especial fobia contra los derechos LGTBIQ. El cine, las series (las Artes, en general) y, sobre todo, los colegios e institutos son la próxima cruzada a conquistar por parte de la ola más ultraderechista en muchos años. Quizá, como hoja de ruta, se persigan fines como: cancelar obras de teatro con mensajes «perversos» o «antiespañoles», ídem con las pelis, borrar la huella andalusí de nuestra identidad, corridas de toros en prime time, contar hechos históricos «con libertad», rezar el credo en las aulas, separar en ellas a niños y niñas, estudiar el cara al sol en Música, charlas de miembros de Hazte Oír en el insti, revisar ‘otros hechos’ del nazismo en clase de Historia, evitar hablar de economías no capitalistas en la universidad… Todo suena a broma, al principio. Después es banalizado. Y al final, normalizado.
Dentro de unos años nos daremos cuenta del daño que algunos están promoviendo en el desarrollo educativo/cultural de los alumnos/as. Y de la regresión permitida, también, por la pasividad del Estado. Pero hay alternativas. Un primer paso es no callar. Y apoyar la no injerencia de imposiciones de formaciones políticas en las labores y competencias de las/os docentes. Y no tragarse el paparrucho «adoctrinan a nuestros hijos». Y decir NO a la barbaridad del pin parental en los centros públicos. Y apoyar a los maestros y profesores que denuncian la autocensura que algunos se ven obligados a ejercer en materia de Memoria Histórica y Democrática. Actuar, al fin y al cabo.
Hasta aquí la primera mitad de la parte II. Mañana, más. Los relatos únicos que repiten una y otra vez los medios de comunicación de masas cuentan con poderosos altavoces de reproducción. Pero, altavoces hay más, y con otras miradas y formas de entender el periodismo y la información (también la opinión). Prueben a conocerlos, a contrastar con los anteriores y a sacar sus propias conclusiones. Internet proporciona esa posibilidad. Tienen esos otros medios de comunicación a un click de móvil. Varias ventanas que quizá ayuden a ver la realidad mejor que desde el interior de la caverna. ¿Qué hay que perder? Nada. Al contrario, hay mucho conocimiento que incorporar.