<<Si no canto lo que siento, me muero por dentro>>. Sílvia Pérez Cruz.
En estas fechas de naciente viento frío y lluvia fina, me pregunto si será verdad eso que todos los focos de lo cotidiano dan por hecho: “Vamos de cabeza a un periodo de la humanidad dominado por la velocidad y el individualismo, la palmadita en la espalda a la mentira, el ‘todo sea por dinero’, el hincarle el diente al otro, el vernos entre nosotros como rivales, el aparentar, el ‘protejo lo privado, que le den a lo común (o ‘me importa la cerveza, que le den a lo público’, que viene a ser lo mismo)’, el grito, la indiferencia por los demás…”. ¿En serio vamos por ese camino? ¿De verdad estamos inmersos ya en él? Si así es, me niego a rendirme, y así lo canto. Lo canto porque así lo siento, y día a día lo intento poner en pie, teniendo siempre en cuenta que lo colectivo, el bienestar de todos y no de unos pocos, es lo que a un servidor más le pone, y sabiendo que ese sendero es el que lleva a las sociedades no a devorarse entre ellas, sino a evolucionar.
Dicho de otro modo: soy porque somos.
<<Aunque hoy en día nos quieran convencer de que la vida es cuestión de blancos o negros, la realidad está llena de una increíble cantidad de matices grises>>, Sílvia Pérez Cruz.
Más aún, la realidad está llena de una increíble cantidad de matices de -a su vez- todos los colores imaginables y hasta inimaginables, colores diferentes, infinidad de tonalidades a las cuales hemos de mirar y tratar de entender (¿o es que no pedimos que sea también mirada y atendida nuestra tonalidad, nuestro color, nuestro pensamiento, nuestra opinión, nuestra petición, nuestras circunstancias?). Son días de ruido, de gritos, de insultos, de odios… Pero hay algo en lo que todas las personas somos iguales: en el valor de la palabra; en llegar a los/as demás a través de ella. He ahí la belleza de ser capaces de hablar; o mejor, he ahí lo hermoso de tener el derecho, la libertad y la igual oportunidad de poder hablar. Por ello, te planteo:
Pregúntate por qué hay quien busca lo contrario a dialogar y conversar; pregúntate qué es lo que con eso pretenden quienes hacen tal cosa; y por último, pregúntate también si cabe la posibilidad de que algún día seas tú aquel a quien los que no apuestan por el diálogo decidan no escuchar y sí obligar a, sí imponer esto o lo otro. De nuevo, he ahí (aquí; aquí y ahora) la importancia de dar valor a la palabra. He ahí la relevancia de escuchar (no confundir con la trampa de tener que tolerar lo intolerante/intolerable). He ahí, en definitiva, la NECESIDAD de dialogar.
<<En un mundo de plástico y ruido, quiero ser de barro y de silencio>>, Eduardo Galeano.