El fin no justifica los medios, o eso dicen. Siempre que una causa noble explota en esta villa surgen los adalides de la razón pura, y sus doctrinas partidistas –aunque quieran dignificar su trabajo por el bien de los demás-. Todo mentira. Otra vez las artes políticas han fracturado la convivencia, y este pueblo ha parido su guerra interna en uno de los barrios más queridos por todos. Yo, que no puedo estar en disposición de señalar un culpable, reconozco que la patata caliente del matadero es un problema real y como tal, hay que darle una solución.
El pasado jueves una foto llegó a mi teléfono y no pude contener mi indignación y pena al contemplar la división real de un barrio a las puertas del cabildo. No es fácil, desde luego, pero me cuesta horrores asimilar que un partido de izquierdas –el de siempre-, defensor de los trabajadores, cabeza visible de las causas sociales, no haya, ni siquiera hablado con los empleados del matadero para conocer su situación… es cuanto menos curioso.
Abordar el conflicto habría sido más sensato desde la imparcialidad, dejando a afectados y trabajadores que se miren a los ojos, alejados de un interés partidista con ansias de voto.
Mandar a una entidad privada, bajo la orden pública, a no sé exactamente qué lugar del núcleo moronense, es de un absurdo escalofriante. O tal vez crean que una empresa cuya sede principal está a muchos kilómetros de distancia, va a volver a invertir de su propio bolsillo lo que quiera un grupo de políticos que anteponen sus intereses a los del propio conflicto. Razonar en base a esa difícil solución vislumbra, a todas luces, un futuro para la empresa alejado de este pueblo, y a cientos de familias en una compleja situación.
Admitir que una de las partes pueda perder su empleo no es una dicotomía con respecto a los afectados por los ruidos y olores, porque el problema está latente. Demasiada paciencia y calma están teniendo. Olores insoportables, ruidos molestos, y un descanso imposible.
Dar con la tecla adecuada es complicado. Empleo y vida… Traten de encontrar el punto intermedio –porque yo no lo sé-, pero desde luego enfrentar a las partes, fracturando la convivencia, es de una irresponsabilidad imperdonable. Imaginen esta Cataluña pequeña que ha parido la negligencia de un partido que no ha tenido en cuenta a todas las voces, y que ahora, vecinos, familiares, amigos, viven en constante tensión. Ilógico.
Nada puede reconducirse si no se atienden todas las demandas, independientemente de lado del que procedan. Todas y cada una de ellas, tienen su parte de verdad.
Intenten, queridos representantes –los de siempre-, ya que tan comprometidos estáis con el trabajo y la armonía de un barrio, mirar esta imagen. Ahí, en esa foto, están dos realidades con una causa digna enfrentadas por los intereses de vuestro partido –el de siempre-, que no busca realmente una solución al problema, sino al recuento de votos.
A la izda. vecinos del Pantano protestan por los olores; a la dcha. trabajadores del matadero reivindican sus puestos de trabajo