Son cerca de las cuatro de la tarde de un mismo día. Quiero decir que perfectamente habría descrito, de la misma forma, las cuatro de la tarde de este último sábado, o domingo, o lunes… ¡Qué más da!, son las cuatro de la tarde de hoy, que no es un día cualquiera pero, quizá, sea un día al que con el paso del tiempo alguien, en el nombre de todos, le descuelgue los apellidos de la historia… y sobre todo del recuerdo.
Confinados en casa –yo tomé la decisión de hacerlo el pasado miércoles- todo parece que no avanza. O quizá lo hace demasiado lejos y de espaldas. Ajeno a nuestras ansias, y con una mirada contraria. Las horas siguen su curso y la noche y el día son solo estallidos de color que desde fuera alguien cuelga sin permiso en las ventanas de casa. Mascotas revueltas, silencios ruidosos, olvidos que dan aire –qué paradoja-, familias divididas a tan solo una calle. Es tiempo de todos, aunque suene a cliché.
Es tiempo de arrimar hombro, pero hacerlo no significa solo quedarse en casa. También debemos seguir de forma estricta las recomendaciones, tales como la higiene, el orden, la paciencia… y una muy importante: la información.
La responsabilidad de los que trabajamos con la información en medios de comunicación también debe y tiene que estar a la altura, pero el consumidor, en este caso usted, querido lector (léase en género neutro), tiene una batalla crucial para apartar el alarmismo de este terrible momento. A esta hora, en Morón, no existe ningún positivo –confirmado mediante una fuente oficial- por covid-19. Quiero y me obligo, por mi salud y paz mental, a pensar que el tratamiento de esa información –es decir la verdad- por parte de todos, autoridades inclusive, está siendo el adecuado. No hay más. Ojo, no digo que Morón vaya a estar exento de la cepa en un futuro. Ojalá. Es importante saber leer y entender lo que expongo. Solo pido responsabilidad a las partes, y calma. Porque, del mismo modo que la histeria colectiva destruye la paz social y la información oficial, el ocultar la realidad a la ciudadanía puede ser la base del bulo y, por consiguiente, la desinformación, y de nuevo la espiral negativa volvería a su punto de inicio. Esto, como digo, es trabajo de todos.
Probablemente te hayas cruzado con numerosos audios de WhatsApp donde una persona hace un llamamiento a la alerta ante un previsible contagio. Desde hace semanas perfectamente a mi teléfono ha podido llegar una veintena de ellos, a cual más apocalíptico. Quiero creer que es un mero mecanismo de defensa, pero sinceramente se me hace demasiado cuesta arriba entenderlo. Hay que tenerlos doblados para saber que, en esta era de la sobreexplotación comunicativa, un audio de esas dimensiones no va a estallar en los cientos de miles de teléfonos móviles de esta ciudad. Deberían educarnos también en el tratamiento informativo. Porque lo que empieza por un simple dolor de muelas, cuando ha cruzado varias líneas auditivas, se ha convertido en un atentado terrorista. ¿Es que no han jugado nunca al teléfono roto? Parece mentira…
Estoy demasiado enfadado, y preocupado, porque llegados a este punto me da la sensación de que, más allá del alarmismo por el covid-19 (es para estar inquieto), está el interés de ciertos juglares por dar en primicia la existencia de casos en nuestra localidad, Morón de la Frontera. ¡Ojo, lo vuelvo a exponer! No estoy diciendo que eso no se vaya a producir nunca, porque nadie puede saberlo, pero sí denoto un absurdo provecho por dar a conocer que existe algún caso. Si alguien puede explicarme qué rédito se saca con ello soy todo oídos.
En definitiva, queridos estúpidos, si tan necesitados estáis de ello, si es una fuerza mayor inexplicable, y os supera –aunque no entiendo exactamente el porqué-, dejad de lanzar bulos y audios estúpidos, id directamente a cualquier hospital y deslizad vuestra sucia lengua por los pomos de las puertas o el suelo. Os irá bien, e igual ya sois los primeros en traer la cepa a esta localidad y, por consiguiente, ya podéis dar la noticia como fuente principal.
Cierro la ventana, y apago el teléfono…