En las fotos y en los espejos está la verdad de los años. Uno no siente las arrugas, las ve o las escucha en boca de otros. Llegamos y marchamos. No hay mejor resumen de la vida. Y es en las despedidas donde comenzamos a separar los pies del suelo y a entender que el vértigo no es una cuestión de altura sino de incertidumbre. Decir adiós nos envejece, “ese recuento sellado del insondable paso del tiempo”, y conmemora que somos sujetos de carne y hueso. Frágiles y limitados.
Me van a permitir que hoy utilice este espacio para lamentar una pérdida y canalizar este dolor. Ángel Yanes, médico pediatra, veló al amparo de toda una generación de moronenses. Personas, como yo y tal vez como tú, querido lector, que han envejecido varios años tras la muerte de un hombre que decidió el pasado miércoles ensanchar sus alas a la eternidad.
Si es necesario abrir un debate en las instituciones públicas para rotular una calle con un nombre, aquí solo hace falta esculpir las letras y encontrar el lugar. Nada más. Porque no existirá una sola réplica que ponga en duda el reconocimiento de este señor. Este pediatra, era ante todo, una gran persona. Y las grandes personas siempre son necesarias e inmortales.
Podría narrar mil anécdotas que hoy me cuentan mis padres y vecinos que han conocido su calidad humana y profesionalidad. Pero voy a ser breve. Si Ángel Yanes, extremeño de cuna, ayudó a muchos pequeños a recuperar la salud, también despreocupó a muchos padres que acudían desesperados a su consulta para encontrar una solución. Lugar, según me cuentan, al que han llegado pacientes incluso del norte de España.
Poco más voy añadir, extender mi abrazo virtual a toda su familia y amigos, y acompañarlos en estos duros momentos. Es complicado decir hasta siempre, porque no existe una fecha exacta en esa lejanía borrosa que ya solo se sostiene sobre el recuerdo y la nostalgia.
Decía mi abuelo que los caballeros se conocen por cómo cierran la puerta al salir. Y yo me descubro en esta despedida ante un señor como Ángel. Desde luego lo más hermoso y sencillo es saber dar las gracias. Y las mías nacen del corazón. Gracias, doctor. Gracias, amigo. Ángel es un nombre de ángel. Ojalá que exista el cielo.
Hasta pronto…